¿Por qué si nuestra vida es más fácil, el trabajo más suave que antaño, la alimentación superior y la esperanza de vida roza los ochenta años, nos medicamos mucho más que antes. Seguramente la respuesta está en la falta de motivación, es decir, en la costumbre de tener un medicamento para todo: si engordamos una pastilla nos hará adelgazar; si no dormimos, un tranquilizante nos ayudará a dormir; etc. No se trata de cuestionar el papel indispensable del médico, sino, simplemente de recordar que existen medicamentos, tradicionales o modernos que, en algunos casos, han sido eficaces. Pero, atención, es el médico quien debe decidir la necesidad real de un tratamiento y la utilización de un producto más allá de las indicaciones legales. Apoyado por numerosas revistas científicas, este libro nos introduce en el núcleo de los mecanismos que deciden nuestra forma física e intelectual. Lejos de recetas preestablecidas, evalúa los medios a nuestra disposición e invita a que cada uno reflexione y evalúe la oportunidad de concienciarse. Al mismo tiempo, actualiza el antiguo adagio de Hipócrates: "Que tu alimento sea tu medicina". Este libro recoge un largo mosaico de productos -con algunas reservas- con un objetivo claro: describir el uso actual de moléculas psicoestimulantes (no estupefacientes) sin convertirlas en medicinas de uso diario. El lector descubrirá que puede tomar un euforizante unido a un antiamnésico y a un antiestresante, etc., comprobando que el riesgo de toxicidad es débil o inexistente, pero dándose cuenta de que existe una carencia allí donde el cuerpo y el espíritu funcionan perfectamente.