El autor nos revela los secretos de la Salvación a través de la historia del mundo y de la Biblia, la Palabra de Dios. Las riquezas que se pueden obtener a través de la salvación son innumerables: desde la paz espiritual, la alegría permanente y un amor que lo llena todo en todo, hasta la riqueza material, porque a partir de ser salvos, Dios nos considera sus hijos, y nos da todo lo que pidamos con fe, de acuerdo con las riquezas de su Gloria en Cristo Jesús. En esta obra se cuenta la historia del mundo, detallada en la Biblia, con evidencias ciertas tanto históricas como arqueológicas y científicas de que lo que dice la Palabra de Dios constituye una verdad absoluta. También se refiere al pueblo de Israel como el testigo de Dios y el reloj del mundo, de modo que si lo estudiamos, podemos saber a ciencia cierta cómo fue el mundo antes, cómo lo es ahora y cómo lo será en el futuro. Es de suma importancia para el género humano conocer a Dios, su amor y su justicia; es imposible entender el amor de Dios sin antes entender su justicia. Se hace énfasis en que Dios trino creó al hombre a su imagen y semejanza, cuerpo, alma y espíritu, para tener a su pareja perfecta en el cielo por toda la eternidad y que, por esa razón, Dios quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. Se insiste en que Dios siempre nos espera, que Él nunca se aleja de nosotros; los seres humanos nos alejamos de Él y preferimos los deseos del mundo y de la carne, cuando el fondo de este mensaje es mirar a las cosas de arriba, que son eternas, y no a las de abajo, que son perecederas. Finalmente, se enfatiza en que el Único que es capaz de darnos el regalo de la Salvación es Dios, a través de la muerte sustitutiva de Su Amado Hijo Jesucristo en la cruz del calvario, en la cual nuestras almas debían estar, pero con su infinito amor, Él tomó nuestro lugar para permitirnos entrar eternamente en el gozo del Padre. Nadie se salva por sí solo y por sus obras, ni tampoco éstas cuentan delante de Dios; más bien las obras antes de la Salvación, son consideradas por Dios como una deuda y un "trapo de inmundicia". La única Salvación genuina es la que hace una persona al reconocer delante de Dios que ha sido, es y será pecadora hasta la muerte y que, por tanto, su espíritu está muerto y su alma irá al infierno; luego de eso, conocer, escucha y creer con fe en el Evangelio de Jesucristo.