Dios tiene el control soberano sobre la "suerte" de cada persona en la vida. Deseamos que nuestra suerte sea recta y suave. Pero Dios soberanamente trae 'pillos' (dificultades, pruebas, problemas o aflicciones) a nuestras vidas para propósitos sabios y santos. Nos resistimos a estos "ladrones" y tratamos de librarlos de nuestra vida, pero no podemos. Permanecerán todo el tiempo que Él desee, porque Él los ha puesto allí a propósito, y sólo Él puede eliminarlos. Todo lo que Dios hace en el gobierno de su mundo, y de su pueblo redimido en particular, es santo, justo, sabio y bueno. Cómo debemos entender y responder a los "ladrones" que Dios ha puesto en nuestra suerte, es el objeto de este fascinante libro de cien páginas]. "Considera la obra de Dios: ¿quién puede enderezar lo que él ha hecho torcido? Cuando los tiempos son buenos, sé feliz; pero cuando los tiempos son malos, considera: Dios ha hecho tanto lo uno como lo otro". Eclesiastés 7:13-14 Una visión justa de los incidentes aflictivos es totalmente necesaria para un comportamiento cristiano bajo ellos; y esa visión debe obtenerse sólo por la fe, no por el sentido; porque es la luz de la palabra la única que los representa justamente, descubriendo en ellos la obra de Dios, y consecuentemente, los designios adecuados a las perfecciones divinas. Cuando son percibidos por el ojo de la fe, y debidamente considerados, tenemos una visión justa de los incidentes aflictivos, adecuados para sofocar los movimientos turbulentos de los afectos corruptos bajo las sombrías apariencias externas. Es bajo este punto de vista que Salomón, en la parte anterior de este capítulo, avanza varias paradojas, que son determinaciones sorprendentes a favor de ciertas cosas, que, al ojo del sentido, pareciendo sombrías y horribles, son por lo tanto generalmente reputadas como chocantes.